Blog

Rosa Barocio | 01/03/2020 | 0 Comments

¡Apúrate, mi hijito!

¿Tiene la impresión de que el tiempo transcurre a gran velocidad, se está acabando y le queda mucho por realizar?¿Se levanta apurado y se acuesta agotado? ¿Piensa que por falta de tiempo está dejando pasar muchas oportunidades y que las va a perder para siempre?

Entonces le tengo una noticia, está ud. estresado. La prisa, como neblina en una noche invernal, ha empezado a cubrirlo y ud. ni cuenta se ha dado. La prisa no le permite ver con claridad a dónde va, y por eso equivoca sus prioridades. En consecuencia, se ha vuelto impaciente, nervioso e irritable y ha dejado de contactar sus propias necesidades y las de las personas que lo rodean.

Si tiene hijos, seguramente ya los contagió de su prisa, y ellos también participan en ese torbellino de actividades que han perdido su sentido. Por su prisa se ha olvidado de lo más importante: el proceso. Por que si lo más importante no es el proceso, entonces estamos viviendo, sólo para llegar a la muerte. Suena terrible ¿verdad?

Pero detengámonos para revisar el significado de vivir. En el niño pequeño es muy claro. Vive para el presente, no tiene pasado y no entiende del futuro. Vive el ahora, en todo el sentido de la palabra.

Por eso su ritmo lento para realizar las cosas, porque no tiene a donde ir. Donde está, está perfecto. El mundo y su cuerpo le ofrecen un sin número de posibilidades de exploración, y por eso busca conectarse con todo lo que lo rodea. Su único trabajo es jugar. Los padres de antaño entendían esto. Cuando un niño de dos años comía, se podía tardar el tiempo que quisiera, nadie lo apresuraba, y comer no era sólo ingerir. El niño veía en este plato con cereal y leche, un maravillo campo de experimentación. Sumergir con la cuchara ese pedazo de alimento, y luego observarlo flotar al soltarlo, no dejaba de sorprenderlo una y otra vez.

Pero ahora veamos la vida de un niño moderno. La primer palabra que escucha al despertar es “¡Apúrate, mi hijito!” Me gusta decir de broma que si le preguntas a un niño de dos años su nombre, te va a contestar, “Apúrate” y tu apellido, “Mijito”. Por que son las palabras que más escucha en el día.

Hay madres que le dicen a sus hijos, “Apúrense.” Cuando los niños preguntan, “¿Adónde vamos, mamá?” Ella contesta, “No sé, pero ¡apúrense!”. La prisa se ha convertido para muchos en un modus vivendi, en un estado de ánimo. Ya no importa a dónde tenemos que llegar, ni que tenemos que hacer, porque mi atención siempre está puesta en lo siguiente, que por cierto, no me acuerdo qué es. Si nos observáramos a distancia, veríamos que parecemos gallinas descabezadas corriendo en círculos.

Yo estoy convencida de que la vida es para disfrutarse, no para llegar algún lado, ni un producto que tenemos que terminar. Si planeas tus vacaciones y piensas, “Estoy en mi casa, voy a viajar para regresar nuevamente a mi hogar. Entonces ¿qué caso tiene salir, si ya estoy en mi destino final?” Absurdo, ¿verdad? Por que no vamos de vacaciones por el destino final, lo hacemos para gozar del recorrido.

De igual manera, la vida es un proceso en eterno cambio que podemos disfrutar. Qué podemos ver como una aventura llena de posibilidades y de oportunidades ilimitadas. Y cuando hacemos esto, no hay lugar para la prisa. Hagamos menos actividades y con mayor calidad, revisemos nuestras prioridades para incluir en ellas la convivencia con nuestros hijos. Disfrutémoslos en el presente, que es lo único que realmente tenemos.

Related Posts

Leave a Comment

Tu correo no será publicado