El Plus que Podemos Sacar de Este Raro 2020
Y salir los menos golpeados posible
He sido maestra por casi 40 años y madre por casi 32 (y contando, que esto no se acaba) y lo he gozado. He dado clases en línea a adultos y he aprendido tecnologías de enseñanza digital. Aun así, no puedo imaginarme criando niños 24/7 –con todo lo que esto implica–, supervisando su escuela a distancia –que no lo hacen todo solitos, ¿eh?–, trabajando desde casa –porque también tengo que cumplir– y no morir en el intento. Si me hubiera tocado a mí este escenario, ¡de verdad me reprueban y corren en las 3 tareas!
La vida nos cambió drásticamente y no se ve ninguna luz nítida al final del túnel aún. Porque la escuela presencial, diaria y permanente todavía está muy lejos.
Según António Guterres, Secretario General de la ONU, estamos presenciando “una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”. (1)
Cierto es, pero no hay de otra, porque él mismo también habla de encontrar un equilibrio para sortear lo mejor posible esto que es ineludible: la educación a distancia –a pesar del costo– y la repercusión en la vida laboral de las mujeres.
La educación en casa causa la desatención a otras áreas a desarrollar en un niño y que son vitales: la socialización, el trabajo con pares, el seguimiento de instrucciones grupales y de una autoridad distinta a la parental. Ésta es una pérdida importantísima, aunque inevitable.
También están los maestros, quienes de la noche a la mañana se reinventaron completamente para la educación a distancia, con todas las repercusiones que esto conlleva. Su trabajo se duplicó, las exigencias no terminan nunca, se ha invadido su entorno íntimo y familiar. Loable lo que hacen… y lo que logren.
Pero las mamás… ¡ellas sí que están más rebasadas que nunca! No digo que los papás nunca se apliquen a estas tareas de criar/educar/tareas domésticas; no, no digo que no los haya –sobre todo ahora, justamente, en los casos en donde la mamá es quien sale a trabajar a actividades esenciales y el papá se queda como cuidador en casa–. Sin embargo, seamos sinceros: las tareas de crianza y de la casa siempre han recaído más en las mujeres. Trabajo sin remuneración ni reconocimiento. Sin fin, tampoco. Y esta pandemia lo ha hecho más evidente que nunca, porque además –como si no fuera suficiente– muchas de ellas también siguen trabajando. (2)
Todos deberíamos reconocer esta inequidad y modificar este patrón. Porque este escenario seguirá –la esperanza de que después del verano las cosas regresarían cuando menos a una ‘cierta normalidad’, esa esperanza está en el limbo–, y si queremos salvar esta generación de niños y jóvenes, nuestros trabajos y también nuestra cordura –la de todos–, deberemos replantearnos la vida misma, porque ésta ya nos cambió y tenemos que reinventarnos.
No sólo es necesario sino posible: es la gran oportunidad de evolucionar –porque no hay de otra– y adaptarnos. Entre mejor se distribuya el trabajo que le toca a cada quien en casa –compartiendo un mismo espacio y tiempo– mejor librados saldremos y mejor evitaremos la catástrofe que menciona Guterres.
El PLUS enorme será haber evolucionado. ¡Hagámoslo! Suerte a todos nosotros y que encontremos un beneficio… de este 2020 raro.
(1) https://news.un.org/es/story/2020/08/1478322
Fotografía: Charles Deluvio